«Si trabajan y cobran, ¿por qué no premiarlos?»

[monica]

La nueva norma de la Academia de cine de no premiar a menores de 16 años llena de dudas a la profesión
Cobro, luego trabajo. Y si trabajo, ¿por qué no me premian por ello como al resto de mis compañeros? Esta podría ser la lógica argumentación de un joven actor (menor de 16 años, para ser más exactos) al reflexionar sobre las nuevas bases que regirán la próxima edición de los premios Goya, que le privarán de optar a galardón interpretativo en cualquiera de las categorías de los «cabezones» más laureados de nuestro cine. La Academia de Cine basa tan controvertida decisión en el ámbito moral, siendo según su presidente, Enrique González Macho, una medida «preventiva» que busca «proteger a los niños» de las garras de la legalidad y la fama.



Pero esa misma fama que tanto perjuicio puede hacer a los más pequeños de la complicada casa que es el cine español, bien llevada por cuantos les rodean (y por ellos mismos) también puede reportarles una carrera en el mundo de la interpretación y hasta un futuro. Y esos mimbres, en el estado de «indignación» actual, pueden crear un cesto lleno de buenos papeles y enormes películas. Basta con cruzar el charco para toparnos con claros ejemplos de ello, unos con mejor suerte que otros, pero todos ellos niños prodigio de Hollywood que llegaron, vieron y vencieron en la ceremonia de los Oscar. Shirley Temple, Judy Garland, Tatum O'Neal o Anna Paquin se llevaron en su momento a casa una estatuilla que casi les superaba en tamaño. La Academia de Hollywood quiso reconocer su trabajo, con grandes letras mayúsculas, y lo sigue haciendo con ejemplos como el de Abigail Breslin, nominada al Oscar a la mejor interpretación femenina de reparto en 2006 por su papel en «Pequeña Miss Sunshine».

Sin necesidad de mirarnos en el recurrente espejo de la industria de Hollywood, el cine español es una gran cantera de pequeños actores que, como hasta ahora era lógico, han visto reconocido su trabajo con galardones o nominaciones en los Premios Goya. Andoni Erburu fue el intérprete más joven (10 años) en recibir un «cabezón» al mejor actor revelación en 1997 por su papel en «Secretos del corazón», de Montxo Armendáriz. 14 años después, Erburu vive alejado de los focos en Pamplona y lleva la vida de cualquier chaval de su edad. El galardón no le traumatizó, ni ha marcado su, por el momento, corta carrera, siendo «Silencio Roto» (2001), también de Armendáriz, su última aparición en cine. A Erburu le siguieron nombres ahora conocidos por todos como los de Juan José Ballesta, María Valverde, Ivana Vaquero o Nerea Camacho. Todos ellos vieron abiertas las puertas de muchos proyectos gracias al Goya que se llevaron a casa bajo el brazo, y es más que probable que, de no haber tenido ocasión de ser premiados (como sucederá a partir del próximo año) poco o nada sabríamos de ellos a día de hoy.

Es la tesis defendida por Manuel Lozano, joven gallego que en 2000 estuvo nominado en la categoría de mejor actor revelación por su papel de Moncho en «La lengua de las mariposas», de José Luis Cuerda. Lozano reconoce que la medida le ha sorprendido «bastante» y considera que «deberían seguir premiando el talento de los menores». «Estoy seguro de que hay actores que se molestan porque los premios se los lleven niños, pero lo cierto es que tanto la nominación como el galardón te permiten seguir trabajando», afirma. Su caso es el mejor ejemplo de que para los más pequeños los Goya son una «gran fiesta, la primera en la que ves a todo el gremio junto» y que poco o nada tienen de traumáticos o decepcionantes. Aquel año Lozano se enfrentaba a Carlos Álvarez Novoa y fue éste el que finalmente se llevó el «cabezón» al agua por su «fantástico papel» (en palabras del propio Lozano) en «Solas», de Benito Zambrano. «No me afectó para nada —reconoce—, lo que realmente molesta es que se apoye tanto a la candidata a los Oscar. Eso sí, cuando eres un niño como yo, que entonces tenía 9 años, y estás dentro del mundillo, depende mucho de cómo te orienten», reconoce.

Talentos similares
Manuel Lozano comparte con su primer «maestro» en el cine la opinión de que cuando un niño interviene en una película está trabajando. «Yo siempre tengo ayudantes que están pendientes de ellos todo el día», reconoce José Luis Cuerda, quien considera que lo que hacen es «un trabajazo». Lozano va más allá y considera que «el talento de un niño es igual o incluso superior al de un actor que lleve 30 años en la profesión. El simple hecho de que estés allí cambia totalmente un rodaje. La primera vez que vi a José Luis pensé: “¡Ostrás, Papá Noel!” y todo lo que vino después fue maravilloso. Aquello me divertía entonces y me sigue divirtiendo ahora, por eso lo hago, pero es mi trabajo».

Un trabajo que, según Agustí Villaronga, director de «Pa negre», fue igualmente «fantástico» para Francesc Colomer y Marina Comas, galardonados con los Goya al mejor actor y actriz revelación en la edición del año pasado. Villaronga recuerda el rodaje con gratitud hacia los «protas» más pequeños y destaca que ambos desplegaron «una profesionalidad tremenda». «No tengo ninguna duda de que es un trabajo. Es como trabajar con un adulto, con los mismos códigos, las mismas horas, el mismo método. Además, el trabajo suele ser muy bonito porque llegan sin trampas, es todo muy emocional», sentencia el director mallorquín.

A estas alturas de la película, la conclusión final parece clara: si pueden actuar en las películas, cobran por ello y hasta necesitan un permiso especial en el Ministerio de Trabajo... ¿por qué no pueden ser premiados?

[sara]

esto es una descriminacion para la juventud